Lo malo de llegar siempre tarde es que los demás se convierten en pasado, otro ocupa tu lugar y el tiempo nunca devuelve lo jugado.
Cuando el olvido se vuelve un punto cardinal…
Volvió atrás en busca de aquellos caminos que dejó abandonados.
Algunos puentes estaban quemados.
Con tiempo y paciencia repararía el daño.
Un día su musa le abandonó. Se había ido por la puerta de atrás para encontrar a alguien que la buscase y no se limitase solo a esperar.
Aquel niño elegiría bien su primer amor.
Porque pasaría toda la vida buscando lo mismo o todo lo contrario, pero le marcaría.
Misma sonrisa burlona, mismo cigarrillo a medio fumar.
Pero desde que descubrí sus cargas, podía ver como se deshacía por dentro.
Siempre llevaba bajo la ropa un chaleco salvavidas por si el techo se hundía y todo se inundaba, por si nadie volvía a rescatarle.
No sabía seducir, solo enamorar. Pero para el amor se necesita tiempo y a él no le quedaba ya demasiado.
Lo recordaba porque era el punto de partida de la historia.
Pero se diluía con el tiempo hacia algo que ya no existía.
El arrepentimiento no es una carga que pueda llevar todo el mundo.
Consume hasta la desesperación.
El cerebro prefiere olvidar.
El coche giró tras la primera curva y se perdió entre las primeras luces del alba.
Eran las 6 a.m. y mi tiempo estaba a 00:00.
Se puede oír perfectamente el sonido de algo rompiéndose cuando descubres que no quieres aquello por lo que tanto has estado luchando.
Su cerebro trataba de ponerla a salvo borrándole de su mente. Pero ella quería recordarle y luchaba contra su instinto.
Y jugando a esperar, saltó demasiado tarde del puente
Solo pudo rozar por unos instantes el último vagón del tren antes de caer.
Había olvidado quién era, su nombre y rostro.
Solo recordaba la imagen que proyectaba en los ojos de ella.
Y en eso se convertiría.