No quiero que vuelva nadie a mi vida
que no esté dispuesto a pagar
el precio de su despedida:
orgullo,
olvido,
odio
o distancia.
Todo recuerdo tiene una parte de fantasía.
Tanta como costaría imaginarlo para que tuviera sentido en el presente.
Quizá haya algo más,
algo que tiene que ver con nosotros
porque todas las heridas duelen
pero solo algunas dejan cicatriz.
-Por aquí no es, nos hemos perdido – repetía la razón desde el día en que se conocieron.
Hay que aprender a aceptarlo.
No hay nada más peligroso que vivir negando que tenemos una piedra en el zapato.
Dejo pasar trenes
preguntándome hacia dónde van
y en todo lo que podré ganar
de todo lo que he perdido.
Avanzando.
Sin dudar.
Que ahora mismo no hay
peor compañía,
que la parte de mí
con el corazón roto.
Es hora de saber qué quiero,
de aprender a estar solo.
Cuando te canses:
de villanos disfrazados de príncipes,
canallas que no cambian,
que no sacan lo mejor de ti.
Vuelve a buscarme.
Vivía con la mente y el cuerpo en lugares separados
Cuando la primera tuvo que volver, se dio cuenta que no sabía dónde estaba.
Él tenía un punto de ombligo
Ella una coma.
Y juntos hicieron una pausa en sus vidas,
sabiendo que algo diferente le seguiría.
Algunas piezas perfectas
intentan tanto encajar
en el lugar equivocado
que al final de la partida
su puzle queda inacabado.
Demasiadas canciones acabaron
mientras dudaba si invitarte a la pista.
Se acabaron los silencios.
No pienso dejar de bailar.
Llevaba una llave colgada al cuello
con la que nunca abría nada,
pero llevaba ya mucho tiempo
cerrando historias.
Querías revivir lo nuestro.
Como si alguna vez hubiera salido bien aquello de resucitar a los muertos.
Tú decías
que era mejor saltar a la rutina
que caer al vacío
para seguir presentes en nuestras vidas.
Y yo
me moría de tedio.
Siempre buscaba que el viento le golpeara en la cara para que su vendaval interno solo pareciera una suave brisa.