El curar de mis heridas
me iba reencontrando
conmigo misma.
El dolor me despertó
en un año de recuperación.
Para el momento
en el que mayo y junio
se encuentren
habré encontrado un hilo
que me reconecte.
Años después
por fin vi la película que me recomendaste.
No recuerdo nada de ella,
pero si te recuerdo a ti
hablando de sus bondades.
Las únicas cuerdas
para salvarte
eran mis fibras
más saltantes.
Ahora me encuentro
en mitad de ningún sitio
con la calma como abrigo
sin el miedo a dar pasos en falso
porque sé que encontraré el camino.
Ella hizo de su hilo rojo
una tela de araña
para que cada fracaso
le enseñara un camino
que fuese distinto
a su meta marcada.
Recuperaba
el cuerpo y la mente
para que los días no pasaran
sino que le condujeran
al lugar donde quisiera estar mañana.
Mirando hacia atrás
algunos amores pasados
parecen entremezclarse
entre patrones tan reconocibles como si los hubiera dibujado
nuestro propio subconsciente.
Ya no recuerdo
la sensación que sentía
cuando te echaba de menos.
Era la 5 pared
la que me hacía sentir solo
en aquella habitación.
Para que tú y yo nos pudiéramos descubrir,
primero yo me tuve que encontrar.
Aprendí a trabajar mejor
y me quedé sin tiempo para soñar, pero en la medida de lo real
pude escapar de esta cárcel de promesas de cristal.
A veces tratamos de saltar
lo que podemos superar
lentamente y con largos pasos.
Llegará el día en que no pueda
pero hasta entonces
yo elijo quién me lidera.
Malgasté aquella oportunidad
pensando que acabaría venciendo,
pero el tiempo me lo acabaría por arrebatar.
Esos años me enseñaron
a diferenciar
entre ser egoísta
y a ponerme a mí en primer lugar.
Tu luz nunca se apagó
por eso aquellas lágrimas sirvieron para que en tu vestido nunca dejasen de florecer las rosas que tanto cultivaste.
Lo hizo lo mejor que supo
aunque eso no signifique
que no hubiera podido hacerlo de otra manera mejor.
Esas hojas pasaron
y la historia nunca volverá
da igual la de veces
que intentemos recapitular.
Las persianas a media asta
la penumbra en su ventana
se oyen pájaros a lo lejos
pero aún no es capaz de verlos.
La casa y yo
nos habíamos vuelto una,
en donde solo se escuchaba
a la lavadora dando vueltas
e intentando aclarar
todas mis manchas
más recientes.
La tristeza se había vuelto intangible,
pero no por ello estaba menos presente.
Había perdido la capacidad de escribir sin sentir y eso me daba mucho que pensar.
Guardo mi esencia
en cada frasco de colonia
para oler y recordarme
todo lo que he conseguido
hasta ahora.
Nunca está todo perdido
si aún somos capaces de cuidarnos lo suficiente.
La nada
se hizo con todo
y nadie
pudo encontrar a alguien
que lo solucionara.
La tristeza sitiaba la fortaleza desde hacía ya varias semanas.
No tenía prisa.
Sabía que en algún momento bajarían las defensas y podría tener acceso total a la ciudadela.
Quien hace de los límites muros
nunca se sentirá solo en su propio laberinto.
En cierta medida
nosotros elegimos a nuestros enemigos,
porque nos quedamos a combatirlos.