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Y la muerte lo encontró insomne y contando aún por la novena oveja.
-Bien está lo que bien acaba
-…
-¿El esfuerzo no ha merecido la pena?
-No si el precio era perdernos nosotros mismos…
Dejaba la puerta del armario abierta antes de acostarse. De madrugada se preguntaba por qué no paraban de salir monstruos.
Aquel universo tenía una particularidad: al cumplir años se daban a elegir 3 recuerdos.
Uno se borraba, otro se repetiría y el otro seguiría igual.
Las opciones le aterraban.
El sabio dijo: “Sigue marcando la diferencia cada día. No siempre podrás hacerlo en tu trabajo, pero sí en la vida de los demás.”
Los mejores momentos son aquellos que sabes que ni la memoria va a ser capaz de retener con detalle suficiente.
Y es que solo cuando vieron que el final se acercaba, comprendieron qué importaba realmente y dejaron el pasado atrás.
Seguía mirando cada tarde hacia donde se ponía el sol. El destino le mandaba señales, pero él no estaba preparado aún para entenderlas.
Entonces no lo sabía, pero aquel puzle que había montado, solo era una pequeña pieza más del gran rompecabezas que le esperaba.
La buena memoria era para muchos una gran virtud, mas ellos no soportarían el tormento de tener que volver a olvidar.
Los dos amigos estaban destinados a salvar el mundo, pero el tiempo les llevó por caminos separados y acabaron luchando a muerte en bandos enfrentados.
Ser un pez con buena memoria hacía aburrida la vida en la pecera.
Porque en la vida de cada hombre hay como mínimo cinco momentos que no debería sufrir.
Él ya los había tenido a la edad de 7 años.
Ni el sueño, ni el tiempo, ni la locura habían podido frenar el impacto de aquel acontecimiento.
Solo le quedaba esperar la muerte.
La locura es el medio que usa la gente para afrontar la realidad. Cada uno hace lo que puede y algunos lo llevan mejor que otros.