Te di mis sueños
y luchaste mis pesadillas.
Te di mi tiempo
y me devolviste vida.
Te di mis defectos
y me regalaste un espejo
que reflejaba cómo me veías.
Como si se tratara de la escena de un crimen,
tus huellas están por todas partes.
La víctima: el futuro al que nunca me acompañaste.
Arrancaba los pétalos en un:
me quiere – no me quiere.
Pero siempre se quedaba el resto de la flor,
que llevaba dentro escrito: pase lo que pase me quiero yo.
Al final tuvieron que darse un tiempo.
Él entregó romanticismo y ella renacimiento.
De estas cenizas resurgirá la madera, porque tenemos miedo al frío, pero sabemos que entre las cuatro paredes de un hogar somos como la yesca y la piedra que prenden la llama que el tiempo no deja de apagar.
Fuimos el baile perfecto
en un tiempo imperfecto
y como cualquier momento era bueno para bailar,
fuimos eternos.
No importa si nadie me lee,
mientras pueda seguir reescribiéndome.
Ella no temía a lo que pudiera venir,
sino a lo que nunca pudiera llegar a pasar.
Sigo dando pasos
por un paraje inexplorado
sin saber muy bien a dónde voy
y aunque vuelva al mismo lugar
la experiencia pesa menos,
que las cargas que pierdo por el camino.
Reunió todas las llaves del mundo para cerrar el pasado.
Cuando de pronto, se dio cuenta de que no había candado.
La única forma que tenía de seguir avanzando, era olvidando aquella puerta.
Era un romántico atrapado en el cuerpo de un cínico, que en el fondo, muy en el fondo, sabía que su secuestrador se equivocaba.
Si aceptaste:
ser una buena hija, antes que ir a la guerra;
el matrimonio, antes que tu arco y flechas;
ser como esperan, antes que como eres;
y seguir a la tribu, antes que al corazón…
…ya sabes por qué falta magia en tu vida.
Te oigo respirar sobre la cama y el verano se vuelve adolescente. Sobre toallas miramos las estrellas en la playa y tus suspiros van a su encuentro, pero siempre vuelven a mis sueños.
Da igual
si otoño,
si invierno,
si primavera,
si verano.
En este pulso con los recuerdos
hace tiempo que no gano.
Tenías la capacidad de hacer que mi nombre sonara a poesía cada vez que lo pronunciabas.
Sin embargo, al mirarme, en tus ojos solo veía un cuadro del montón y yo siempre he sido un Velázquez.