Resulta difícil asumir ese instante en el que descubres que tu presente se ha quedado atrás formando un cálido recuerdo al que ya no puedes volver.
Se desenvolvía ágilmente y sin pensar mientras el mundo se paralizaba ante el caos. Había nacido para vivir improvisando.
La perdió sin darse cuenta, en algún lugar del camino recorrido juntos, como una llave que huye por los agujeros de los bolsillos.
¿Había hecho bien actuando de aquel modo o el orgullo era un mal consejero que me justificaba y a todo me decía que sí?
Viajó durante años buscando las alas que le llevarían a sus objetivos, cuando el sueño le encontró a él y ya nunca quiso despertar.
El ladrón añadió otra marca a fuego en su piel, ocho amores de su vida había destrozado, casi tantos como identidades había suplantado.
¿Navidad? Navidad solo era volver a diciembre, a una carta firmada en sangre, pétalos de rosa y nieve, mucha nieve alrededor.
Volvió a sentirse un niño haciendo cosas a espaldas de sus padres, traicionándose a sí mismo porque ya no le quedaba nadie.
Viejas heridas que solo saben rimar con alcohol y locura, con deseos de quemar la ciudad brindando en chupitos de amargura.
Siempre fui un absoluto ingenuo, de los que esperan que cada mensaje sea tuyo y contenga las palabras que merecí y aún espero.
¿El Bien? ¿El Mal? ¿Acaso aquello importa cuando el mundo ha sido aniquilado y agoniza en tu interior la desesperación encarnada?
Pidió que el sueño nunca acabara. Cuando todo terminó, el tiempo cerró los ojos de ella para que siguiera soñando eternamente.
Cuando dejó de huir del recuerdo, de pensar en él como algo que le perseguía, caminaron juntos de la mano y ella volvió a sonreír.
Pudieron llegar tan lejos como hubieran querido, pero se quedaron donde tenían que llegar. Nunca creyeron en ello lo suficiente.