Solo en el silencio
podemos pararnos a escuchar
lo que el ruido del día a día consigue silenciar.
Hasta qué punto
nos creamos tareas futuras
para huir del dolor del pasado.
De sus ojos caían lágrimas
que la tristeza,
de lo que ya no podría ser,
convertía en criaturas mitológicas de agua.
El tiempo se paró
pero los relojes siguieron girando
y de buenas a primeras
habían pasado años.
Hago surcos en la niebla
porque no me permito
que toda ella me envuelva.
Al quitar el peso que contenía la tapa, la tristeza empezó a inundarlo todo como si de una maldición egipcia se tratara.
Se repite el día
como un rifle de precisión
que me atraviesa entera
desde los pies hasta la cabeza
y su retroceso me aleja
aunque sea imposible
que la distancia crezca.
Cree esta imagen de mí mismo
invencible en todos los sentidos
para no volver a perder
ni ser nunca más herido.
Elijo
como un niño que solo puede llevarse la última golosina
como si esa ilusión tan elevada
fuera la decisión más importante de mi vida.
No existe futuro al que huir
porque te echaré de menos siempre por igual.
Cuando paró de correr
descubrió que llevaba agotado
una eternidad.
Las amistades de toda la vida
guardan siempre en sus ojos
la mejor versión de lo que somos.
Hay que derribar
determinados cimientos
que nos impiden construir
aquellas habitaciones
en las que queremos llegar a ser
tal y como somos.
Nadie sabrá nuestra historia,
porque solo la escriben los ganadores.
No tiene sentido
perder más los papeles
tú ya has designado
al villano de esta historia.