Cada vez que algo malo ocurría, se recordaba a sí mismo que estaba en la parte del libro en la que el protagonista se hace fuerte.
En su reencuentro, se miraron fijamente a los ojos para ver si el vínculo de confianza seguía ahí o el tiempo lo había destruido.
El guerrero iba a seguir peleando. Era su destino. Con suerte encontraría el por qué de su lucha recorriendo el camino.
La soledad es un regalo cuando te has pasado media vida encadenado a malas compañías.
Vagó solo por los bosques durante años, aguardando paciente el momento en el que se convertiría en un dios o en un salvaje animal.
La única persona con la que quería encontrarse no existía.
El tiempo y la vida lo habían ido decolorando hasta volverlo gris.
Tan solo era un loco melancólico que disfrutaba de la tristeza mientras apuraba el último sorbo de whisky de la botella.
No era lo mismo esperar que dejar pasar el tiempo, ni desaparecer que caer poco a poco en el olvido…
Desde aquel día el tiempo volvió a ser solamente un número.
Entre las columnas de la catedral dejó guardado su mayor secreto.
Solo cuando su obra fuese destruida, la verdad sería revelada.
Seguiría bailando bajo la lluvia hasta el día en que llegara a entender el por qué de la tormenta.
Era difícil distinguir si las historias acababan en silencio o el silencio acababa con las historias.
Aquella era otra historia que tenía el poder de convertir, la peor de las canciones, en una máquina del tiempo para poder regresar.
Días en los que no has jugado las cartas tan bien como deberías y solo puedes esperar que la noche baraje y vuelva a repartir.
Pasé la tarde corriendo bajo la lluvia. Mamá se enfadó mucho. Creo que ha olvidado lo que es ser un niño.
A cada instante, cada uno intentaba destruir al otro para ver cuánto aguantaría la cuerda antes de partirles en dos.