Tu lluvia siempre vuelve
desbocando mi caudal.
Las preguntas son siempre las mismas,
es la vida la que te cambia a ti
y tú quien va modificando las respuestas.
Quemaron todos los calendarios del mundo
y nadie volvió a llegar tarde a la vida de otra persona.
Hemos vuelto a ser incienso
adorando a nuestra propia deidad
ardiendo sin límites, ni cuidado
por hacer de lo nuestro una realidad.
Tu siempre ves tristeza en mis palabras de nostalgia
porque olvidas que fueron momentos felices
que el tiempo puso un día a macerar.
Abres puertas
como quien que abre libros de poesía
sabiendo que al otro lado habrá belleza
si le dedicas el tiempo exacto
que necesitan las buenas cosas de la vida.
Las calles que recorrimos
no han vuelto a sonreír igual
recordando aquellos besos
que no nos pudimos dar,
pero hemos vuelto más rebeldes
más dispuestos a arriesgar.
Si las aceras no te olvidan
cómo te voy yo a olvidar.
Construyamos un puente con una perfecta ejecución: que nos permita ir y venir libremente por el mundo, pero que no deje de conectarnos nunca a los dos.
Por más que te busco,
no te encuentro,
causa perdida,
prófuga de mi pensamiento.
Recuerda mirar siempre a ambos lados de la historia,
antes de dejar que un juicio cruce tu mente.
Aunque lo nuestro no tiene etiquetas, no puedo evitar escribir tu nombre cada vez que veo un «te quiero» escrito en alguna superficie de este planeta.
Desde allá arriba
tu silencio y mis recuerdos
seguirán sonando a poesía.
Fuimos como dos niños que temblorosos trataban de encender con la lupa una llama y a los que aterraba profundamente el fuego.
Te aferras a una nostalgia que tiene mil caras
porque ya no tiene sentido
el regreso de aquellos momentos,
pero sigues idealizando la seguridad del pasado,
para evitar la incertidumbre del futuro que te aguarda.
Hace un tiempo ya
que solo vienen bolas curvas
y que yo no consigo devolver
ni una con efecto.
No he venido a rescatarte de este mundo de apatía, pero si vienes conmigo, tus domingos estarán llenos de mantas, libros y fantasía.