Me rompo,
me resquebrajo
y el viento me lleva
hasta confundirme
con la arena
de este desierto.
Ojalá hallemos
un camino intermedio
que no separe nuestras vías.
Iban a dormir
para pensar en aquello
que les impedía pegar ojo.
Cuando aparece una puerta,
es inevitable explorarla
para ver hacia dónde lleva.
El whatsapp
acabó con las cartas,
las notitas de clase
y toda esa magia
de verdades encriptadas
en amoríos de la infancia.
Mi mente se parte
en futuros opuestos
inalcanzables
en los que
cada paso pisa
mitad tierra
y mitad aire.
La mayor cárcel es aquella en la que nos encerramos para salvar aquellas cosas que no pueden ser salvadas por nosotros mismos.
Quisiera sacar las fuerzas que ya no tengo, recorrer alegre esta travesía, porque ya no queda peso en esta espalda cansada que sabe demasiado poco de la vida.
Alguien empaqueta
todo lo que perdimos en el camino
y nosotros decidimos
si abrir los recuerdos
regalados por el azar de la memoria.
En mis palabras encontré ventanas a sentimientos innegables, que trataban de escapar en forma de susurro por las oníricas puertas del subconsciente.
Llegó la lluvia
sin ninguna banda sonora
solo un domingo triste
de mediados de cualquier año
con el mismo sentimiento
pero diferente daño.
Conseguir lo que quieres
o alcanzar lo que necesitas.
Hiciste un casa
sin espacio para mi tristeza
y mi mente estaba en otra parte
tratando de conectar mi cuerpo con mi cabeza.
Cuando vuelves
a los lugares, a las personas y a las cosas
«de siempre»
te preguntas
por qué alguna vez
decidiste irte.
Nunca luché lo suficiente
por mi parte más cobarde
porque elegí
paz ahora
y dolor luego;
antes que una guerra
interminable.
Pocos podían permitirse la falta de estímulos necesaria para algo tan sencillo como leer. Se habían acostumbrado a huir de los silencios con más ruido.