Cuando el pasado volvió, se preguntó dónde estaba la ventana que llevaba meses buscando y por qué la puerta no se había cerrado del todo.
Peter Pan permaneció observando desde la ventana. Al igual que en otras casas, el niño miraba hipnotizado el teléfono móvil y no podía verle.
La felicidad estaba al llegar.
Pero temió que la soledad durara eternamente.
Se conformó con una tristeza disfrazada de compañía.
Al llegar el otoño una parte de él moría. La primavera le traía nuevos sueños y el verano los volvía reales. Era tiempo de creer.
Siempre sentía un ligero cosquilleo al ver aquella foto. Poco importaba las veces que le borraran la memoria. La chispa no se iba.
Vivía en una solitaria cueva. Su única compañía era el viento que golpeaba en las paredes tarareando una triste balada.
Hizo su predicción para el año nuevo. Cuando llegó el día, se preguntó si era esclavo de sus presagios o podía elegir su destino.
Cuando se miraba en el espejo buscaba en lo más profundo de sus ojos si aún quedaba rastro de aquella ira que le había consumido años atrás.
No era capaz de echar de menos. Por lo que al carecer del sentimiento, la memoria borraba los inservibles recuerdos gota a gota hasta el olvido.
Temía no poder volver de sus momentos de locura. Al final no pudo controlarlo y acabó volviéndose racional.
Era terriblemente aburrido.
Cuando aquel viejo loco de mirada cristalina te observaba, no miraba tu ‘yo’ físico, sino que evocaba la imagen que tuviste en otra vida.
-Una vez pudiste ser mía…- decía en la calle mientras el vaho cubría su rostro en la ventana.
Era la noche de Navidad y nevaba.
Aguantó el golpe hasta que su mente racional empezó a funcionar. De pronto comenzó a sentir la ira que le acompañaría durante el resto del viaje.
Necesitaba seguir tras él durante meses para poder sobrellevar las dificultades. Luego encontraría sus propias motivaciones.
Los niños jugando en el parque, los adultos ven que se están enamorando. Pasan los años y en silencio todo acaba con un llanto.
Desde aquello, su rostro cambió. Poco importaban las capas de maquillaje que se echara, las heridas del alma afloraban en su mirada.