Desconfiaba de los hombres de un solo libro, pero aquel pícaro de ocho años robaría una biblioteca entera de tener un lugar donde guardarla.
Todos mis planes e ilusiones de futuro se deshacían como la cera de una vela en una noche tranquila. Y su luz me dejó a oscuras.
Su vida había sido una fábula en la que a cada final de capítulo, una moraleja firmaba la página.
Aunque todas las mañanas eran lunes, se despertaba cada día como si hubiera disfrutado del mejor fin de semana de su vida.
En los ojos de ella una copia de sí mismo sonreía con descaro.
-¿Quién es él?- preguntó.
-Eras tú, antes de que todo cambiara.
Y sin mi gente, aquella ciudad que había ocupado mis sueños desde la infancia, no era más que un conjunto de edificios sin alma.
Guardamos el pragmatismo para la despedida, que ya vendría la tristeza más adelante vestida de nostalgia.
Seguimos adelante sin plantearnos el por qué.
Cuando las ganas desaparecieron no encontramos los motivos para ser…
En su mente descansaban inconexos los puntos, esperando que alguien fuera capaz de juntarlos en una figura que le diera sentido a todo.
La esperanza, al igual que el miedo, es una debilidad. Porque el ser humano no puede vivir sin esperar…
No son siempre las mejores o las peores circunstancias las que nos obligan. A veces, el tiempo de cambiar simplemente llega.
Y la olvidó tan profundamente que ni las canciones la hacían volver…
Estas son las primeras palabras que escribo desde que dejé atrás la niñez y temo no poder estar a la altura de aquellos sueños.
Aguardaría eternamente sobre la línea donde los recuerdos se vuelven historias de ciencia ficción.
Seguía avanzando a ciegas, pero el cosquilleo de efusividad que le recorría, hacía que su desierto fuera una playa paradisíaca.
Cuando el capitán vislumbró, en mitad del mar, a la Muerte tocando un solo de guitarra, supo que aquella sería su última tormenta.