A veces
no es el arquero,
ni el arco,
ni la flecha
lo que determina el daño,
sino las heridas que se reabren
por el mero contacto.
Tren, avión o barco
puerto, terminal o estación
ni cómo, ni hacia dónde,
ni foco,
ni dirección.
La quinta campanada
hace volar las palomas
que daban vueltas por la plaza
y una niña corre
tratando de encontrar
sus propias alas.
El peligro que alberga
la profundidad
solo se combate
iluminando los recodos
que nos separan
de la más oscura inmensidad.
Pensé que nada cambiaría,
a pesar de que en mi vida
nada había dejado de virar
desde entonces.
Mientras nado
pienso en la siguiente isla,
eso me ayuda a no ahogarme.
En la vida
el tiempo no pasa las páginas,
solo las ablanda
para que la inercia de los días
nos haga atravesarlas.
El discurso ha cambiado
desde que me hablo
como si fuera alguien
de mi círculo cercano.
Aceptaste
el primer barco que flotaba
cuando aquel capitán
nunca te había llevado a buen puerto.
El camino que no va a ninguna parte,
donde habita alguien desconocido
y ya no se echa de más,
pero tampoco de menos.
El intérprete de sueños
había encontrado su primer
«lost in translation».
Las tablas de madera
que conformaban el pequeño muelle,
chirriaban al son de la banda sonora de su vida.
Puso todo su peso en el piso
pero su paso no dejó poso.
Entrando a todas las partidas que no me atreví a jugar,
pensando que la vida tarde temprano me devolverá,
una pizca de valentía por cada giro de puro azar.
El soldado viejo sabe
que cada arruga
vale por una bala esquivada.
El reloj marca una hora
a la que nunca llego a tiempo.
En cada cumpleaños
almacenaba tazas
para una fiesta del té
que nunca llegaba.
Se fue
como un letrero luminoso
en una ciudad oscura
que se atenúa
cada vez que lo intentas alcanzar.
Mordí el polvo
y lloré de lo lindo
me hice de barro
me deshice en olvido
y aprendí que pararme
era la única forma
de avanzar en mi camino.
La felicidad
que nos ayuda a seguir,
pero nos aleja del lugar
al que queremos llegar.
Crecí creyendo
que era el titán Atlas
hasta que tuve que soltar la carga
y el cielo se quedó flotando ahí como si nada.
Pierdo el foco
y la sala se queda sin iluminación
y yo ya no quiero
seguir bailando a oscuras en el salón.
Me guardo
este charco de felicidad
donde las olas de tristeza
no lo puedan desbordar.
Busqué viejas canciones
con las que construir nuevos recuerdos.
En esta caravana infinita
perdimos el sentido del trayecto
y acabamos por recorrer
el camino de los sueños.
Se cansó de ser
esa silla más
para una mesa
demasiado pequeña
para poderle llenar.
Pensé que escribir me salvaría
pero los bloqueos me dejaron sin palabras
y solo en el espacio de los sueños
encontré la salida.
Quiero frenarme
agarrando mis tobillos
pero solo puedo adelantarme
volviendo a ser aquel niño
que una vez fue feliz
porque se sentía vivo.
Perder,
hasta que ya no importe el juego;
participar,
como si fuera la vida en ello.
Quizá siempre estuve perdido
solo que ahora entiendo
de dónde viene esta sensación.
Que todo vuelva a caer
y lo podamos recoger
como un cubilete
que vuelve a girar los dados
hasta que caiga la suerte.